Visitamos la Fundación Museo Evaristo Valle de Gijón




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El Museo Evaristo Valle, constituído en 1981 como Fundación Cultural, es fruto del cariño y la generosidad de María Rodríguez del Valle -sobrina del pintor- quien desde su muerte en 1951 atesoró con admirable celo obras, objetos personales y documentos del artista que hoy integran los fondos del museo, a los que unió una dotación y su residencia con dos edificios en Somió (Gijón): uno de ellos construido expresamente para museo en 1971, el otro es un antiguo palacete de finales de siglo XIX, reformado en 1942 y adaptado posteriormente a los nuevos fines.




El museo alberga más de dos centenares de obras de Evaristo Valle (Gijón, 1873-1951) en su mayoría pertenecientes a aquellas pinturas que con gran reserva guardó el pintor hasta su muerte.
Entre ellas se encuentran sus primeras pinturas realizadas en París a partir de 1903 como “La orgía”. También su producción intimista y melancólica de mediados de la primera década del siglo como “La nieta enferma” y “El filósofo”. O sus retratos familiares, vivo exponente de lo que pudo ser su producción retratista de la burguesía parisina – trabajos que aborrecía pero que le permitieron sobrevivir en años difíciles – y que están hoy en paradero desconocido.

Incluye piezas tan intensas como “Pierrot” que reformaría en diferentes ocasiones y que regalaría a su sobrina María Rodríguez del Valle en 1912 con motivo de su matrimonio. Y otras tan serias y profundas como los retratos de “La abuela del pintor” y “La madre del pintor”, esta última única obra que siempre permaneció colgada en su estudio y que fue repetidas veces modificada.

Existe también una sustancial representación de obras del año 1917, inicio de actividad después de su vuelta definitiva a Gijón y de su crisis existencial y de creatividad posterior a 1912, obras claves dentro de su producción, con pinturas tan importantes como “El palco de la vieja dama”, “El palco familiar”, “Baile de carnaval”, “El potrillo en el corral” y “Elegantes de Gijón” entre otras, que darán las claves sobre la evolución técnica, formal y conceptual de su obra posterior, a partir de las cuales el paisaje y las gentes de Asturias estarían ya siempre presentes, consciente de que en este rincón del mundo, por “su simple complejidad” y por sus características vivenciales absolutamente únicas, poseían capacidad sobrada como para suministrar a su imaginación creadora arsenal suficiente para desarrollar una obra con alcance universal.

Existe además un buen número de sus importantes y representativas carnavaladas, como la famosa obra homónima “Carnavalada”, tema que realizó con intensidad y asiduidad hasta su muerte. También son abundantes los delicados temas rurales como “En la calleja”, “En la fuente”…, o sus obras de extraordinaria madurez realizadas a mediados de los años cuarenta, como por ejemplo “Las tres brujas”.

La colección contiene también una buena selección de su importante e innovadora obra final (1949-1950) en las que el paisaje se diluye apareciendo una representación esquemática y arquetípica de personajes variopintos llena de aguda carga psicológica como en “El futbolista”, “El poeta”, “Los ajedrecistas”, “Pescadores”, etc., o apareciendo nostálgicamente representadas diferentes mujeres que ya había pintado en París hacía casi medio siglo, como “La mujer de azul” o “La dama de verde” cerrando esta producción la última obra que quedó en el caballete a su muerte en 1951 “Bernard Shaw”.


El viernes pasado, día 13 de marzo la etapa de Educación Infantil, visitamos la FMEV en Gijón, aunque el día estaba algo nublado y con un poco de lluvia, fuimos contentos e ilusionados con ganas de ver la casa y la obra de ese pintor que tanto habíamos trabajado en nuestras aulas; teníamos ganas de ver su casa y sus obras "de verdad". Allí pudimos ver el enorme y hermoso jardín con las esculturas, la casa rosa con sus obras, la casita donde podíamos ir al baño y comer. El tiempo se nos pasó volando y tuvimos que volvernos a eso de la una del mediodía en nuestros autobuses para ir a casa y comenzar el fin de semana.



























Valle la envuelve en humor, como otros en elegante displicencia –Velázquez- o en áspera fiereza -Goya, Solana…- Valle, en su solitaria originalidad, entronca con esa corriente soterrada, profunda y redentora de la sequedad impasible, de la materialista dureza que informa largos capítulos de nuestra pintura.

En la veta lírica y sensible de nuestros artistas del color, a Valle le corresponderá con plena justicia un lugar de primer orden.

ENRIQUE LAFUENTE FERRARI
“La vida y el arte de Evaristo Valle”, 1963

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