Feliz 100 cumpleaños, Roald Dahl

Roald Dahl (Llandaff, Cardiff, Gales, 13 de septiembre de 1916-Oxford, Inglaterra, 23 de noviembre de 1990) fue un novelista y autor de cuentos británico de ascendencia noruega,1 famoso escritor para niños y adultos. Entre sus libros más populares están Charlie y la fábrica de chocolate, James y el melocotón gigante, Matilda, El gran gigante bonachón, Las brujas y Relatos de lo inesperado.




 Hoy se cumplen 100 años del nacimiento del gran escritor Roald Dahl (Cardiff, 13 de septiembre de 1916-Oxford, 23 de noviembre de 1990), británico de ascendencia noruega, excelente escritor para niños y adultos. Tras una densa carrera como escritor, alcanzó la categoría de clásico por el conjunto de su obra, sobre todo como autor de literatura infantil y juvenil. Junto a Enid Blyton y un manojo más de afortunados, sus ediciones en decenas de idiomas ocupan las mesillas de noche de millones de lectores jóvenes y no tan jóvenes. Muchos somos los que en la juventud disfrutamos con sus novelas, que a menudo revisamos y volvemos a devorar. También es recordado por sus guiones para cine y televisión, por lo universal de las adaptaciones de sus novelas o cuentos a la pantalla grande y sobre todo, por su maestría al retratar los miedos, castigos, ilusiones y los mundos imaginados por los niños (en esas edades tan repletas de imaginación) y una galería de personajes cincelados con un personalísimo humor. Sus juegos de palabras en sus delirantes diálogos, repletos de ingenios, hacen de sus libros materia ideal para ser leída en voz alta. Como todo gran escritor para niños hay un ilustrador que le acompaña con sus pinceles y rotuladores, en este caso no es otro que Quentin Blake. Un matrimonio perfecto. 


Su propia biografía en sus primeros años es apasionante. La vida le situó en situaciones y escenarios que parecían sacados de una novela (como los que llenan las páginas de Boy: recuerdos de infancia, colmados de diversión). Tras una infancia de orfandad de padre, de castigos físicos y de los que quedan en el alma, hecho que reflejará de un modo u otro en la mayoría de sus protagonistas, termina el colegio y pasa tres semanas explorando Terranova con el Public Schools Exploring Society. No hizo estudios universitarios y, con 18 años, se marchó a Tanzania a trabajar en una empresa petrolera. Aunque allí gozaba de una vida estupenda, en 1939 se enroló en la Royal Air Force. Comienza así una nueva etapa: sus batallas, misiones y aventuras como piloto de guerra en África, Asia y el Mediterráneo, en peligro constante de muerte, son incontables. Baste decir que, en 1940, su avión se quedó sin combustible y, en un aterrizaje de emergencia fallido, éste se estrelló e incendió. Dahl se partió el cráneo y la nariz, y se quedó ciego durante ocho semanas. Pero volvió a volar. Esta peripecia dio lugar al primero de sus relatos, y el conjunto de sus experiencias como piloto lo contó en Volando solo, libro editado -como muchos de los suyos- por Alfaguara. En 1942, fue trasladado a Washington, donde sus tareas militares se fueron mezclando con misiones diplomáticas y de inteligencia. Parece ser que Roald Dahl fue espía y, con toda probabilidad, trabajó para el célebre MI6, al servicio de Su Majestad Británica. Dahl alternó tempranamente estas ocupaciones con su dedicación a la literatura infantil y juvenil, que se intensificaría a partir de la década de los sesenta. Conoció a la actriz Patricia Neal, se casaron en 1953, se trasladaron a vivir a Inglaterra, tuvieron cinco hijos y vivieron durante 30 años juntos en una casa campestre -la llamaron GipsyHouse-, en la que Dahl no paró de escribir metido en un cobertizo al que muy poca gente accedía. Las publicaciones de sus obras más populares son realizadas de la década de los sesenta en adelante. Mientras tanto, Dahl había iniciado una relación con su mejor amiga, Felicity D’Abreu Crosland, 21 años más joven que él, por la que se divorció y volvió a los Estados Unidos. Su matrimonio con Felicity -que era divorciada y madre de tres hijos- duró hasta su fallecimiento, siete años. Ni la vejez, ni la enfermedad, apagaron su inspiración: en sus últimos diez años de vida escribió éxitos como El gran gigante bonachón (1982), Las brujas (1983), Boy (relatos de la infancia) (1984) y Matilda (1988), la gran favorita de (casi) todos.





Si analizamos sus libros, diremos que Roald, toma partido y se sitúa al lado del niño. Transgrede las normas. Cuestiona la autoridad de los mayores. Todo esto desde el sarcasmo y la crítica. La infancia dolorosa, la muerte de padres o hermanos (Dahl vivió una infancia donde , como indicamos antes, su padre murió cuando él contaba con cuatro años, y sin embrago la recuerda divertida y llena de bromas y diversión, muy diferente a Alfred Hitchcoock que siempre recordaba su infancia como algo horrible y cruel, algo que no superó durante su vida), es resuelta en escenarios cercanos convertidos en perfectos lugares para correr aventuras. Sus personajes son insólitos, perfilados con matices,  colmados de tonos atrevidos y muy cerca de la locura, el disparate y lo absurdo. Sus giros, enormemente cinematográficos, inéditos hasta el momento en la literatura infantil y juvenil: llenos de suspense, emociones, intrépidas situaciones …Hay en sus historia un hilarante desfile de criaturas que pasean por las páginas de sus libros: James y el Melocotón Gigante comienza contándote que sus padres han muerto ¡devorados! por un rinoceronte,  el Gran Gigante Bonachón, insiste en tirarse pedos frente a la Reina o, el señor Hoppy, en Agutrot que está enamorado de su vecina de abajo (La vecina tiene una tortuga, y un día el protagonista la escucha lamentarse porque su tortuga no crece. Entonces idea un plan fabuloso: día a día irá comprando tortugas un poquito más grandes, y cambiará una por otra para que su vecina sea feliz…). Estos libros que queremos que nunca terminen, porque sus historias no contienen moralejas, ni pesados discursos, por el contrario, son irreverentes, gamberras, pero siempre con el punto de sal y pimienta para no ser adjetivados de groseros. Siempre sarcásticos, deudores de la tradición del fino humor anglosajón, para poder poner en la picota las incongruencias y tiranías de los adultos sobre los niños. Su paso por las instituciones educativas en la infancia, nos asoma a horribles situaciones, en las que sitúa a los niños frente a directoras de escuela y sus crueles castigos, escapando de ellos con mágicos poderes, siempre inaccesibles para los malvados adultos, como en Matilda. En cualquier caso, Roald Dahl nunca  deja de ponerse del lado de los niños más débiles, de los más tristes, de los más solitarios, colmándoles de los privilegios para vencer en la vida, de disfrutar de las mejores y más excéntricas aventuras, de sentir que han salido reforzados de la lucha titánica mantenida con los intimidantes adultos, o como a todos nos ocurre, creer que conseguiremos anular las injusticias y obstáculos que nos plantea el laberinto de la vida.




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